QUE NO SE ROMPA EL HECHIZO EL HECHIZO
Cuando Cenicienta se dio cuenta que las manecillas del reloj se acercaban a las doce de la noche, se apresuró a regresar a la casa de su madrastra. En la huída, mientras la carroza se convertía en calabaza y sus hermosos corceles en ratoncillos, perdió uno de sus zapatos de cristal. Barack Obama, presidente electo de los EE.UU., una vez pasada la noche del embrujo triunfalista volvió a la realidad; entusiasta noche en la que se anunciaba la más alta participación desde los años 60 con 133 millones de votos, aunque no llegase a alcanzar el 67 % de 1960 que llevó al poder a John F. Kennedy. Irrumpió como huracán de buenas esperanzas en el corazón de las clases populares de su país, votándolo un 52.4%. Acudieron a las urnas los grupos que menos lo suelen hacer: jóvenes, personas de etnia negra e hispanos. Un elevado porcentaje de los mismos engrosan las grandes bolsas de exclusión social de EE.UU., que ni siquiera tienen seguro médico. Sin embargo, en la primera comparecencia co