Vacunemonos del fascismo
En Europa existen 18 partidos de
extrema derecha con un importante porcentaje de apoyo ciudadano. Entre ellos se
encuentra desde el Partido de la Libertad de Austria (FPO), con un apoyo
popular del 20,5%, o el Partido Suizo (SVP), con el 26,6%, hasta el Frente
Nacional de Francia, cuya intención de voto a principios de octubre era del
24%. En este alarmante contexto socio-político, en nuestro país la extrema
derecha no tiene una formación propia, por lo que cabe deducir que vota al
Partido Popular.
Este avance del fascismo en Europa
se debe, entre otras causas, a que buena parte de la izquierda europea anda
vergonzosamente perdida y no planta cara, y en lugar de estar dedicada con
todas sus fuerzas a combatir el paro y los servicios básicos del Estado de
Bienestar, desarrolla políticas de derechas, y a veces, hasta de extrema
derecha. A modo de ejemplo, tenemos el caso reciente de la niña inmigrante
Leonarda, expulsada de Francia por el gobierno socialista de Hollande, quien
hace bandera de la persecución y expulsión de los gitanos.
Otro caso muy evidente, que nos
debería de sonrojar a todos/as, es la respuesta que ha dado Bruselas a la
tragedia de Lampedusa al endurecer el Frontex, estrategia policial para
controlar las fronteras, en lugar de procurar una política de Cooperación
Internacional con los países más desfavorecidos. Nuestro conservador gobierno,
para no ser menos, ha reforzado con cuchillas las alambradas de Ceuta y
Melilla.
Gran parte de la izquierda europea,
con más o menos disimulo, por acción o por omisión, comulga con la política
neoliberal que, por esencia, es muy conservadora tanto en economía como en
políticas migratorias. Cuando les toca gobernar, muchos políticos que se
denominan de izquierdas, apuestan por la desregularización de la libre
circulación de mercados y capitales a la vez que recortan las políticas
sociales destinadas a personas empobrecidas. Otro sonrojante ejemplo: el líder
de la oposición, Rubalcaba, cuando fue ministro de Interior, no sólo no terminó
con los Centros de Internamiento para Inmigrantes, sino que aumentó el tiempo
de estancia en ellos.
Todo lo anterior conduce a una
estrategia perversa de señalar y desviar la mirada hacia la inmigración como la
principal amenaza para nuestra economía, para nuestra seguridad..., cuando sólo
representan el 3% de población no comunitaria en Europa.
Hace unos días leí un análisis, del
escritor griego Petros Márkaris, sobre la situación social que vive Grecia.
Ponía el dedo en la llaga cuando decía: "los barrios de Atenas parecen
descuidados y abandonados (...) Quien circule por sus sombrías calles verá las
hileras de tiendas y comercios cerrados (...) Barrios cada vez más empobrecidos
que alquilan sus viviendas a inmigrantes, transformando estas zonas en enclaves
de racismo". ¿Quién saca provecho de esta dura realidad social? La extrema
derecha, en este caso Aurora Dorada, el partido neonazi griego.
El ejercicio de la ciudadanía nos
debe llevar a abrir bien los ojos para ver la realidad, analizar las
principales causas de la violación de los derechos humanos, que no entienden de
fronteras, y actuar en consecuencia reclamando una justicia social que
anteponga a la persona por encima de mercados y demás intereses.
Al mismo tiempo, los partidos de
izquierdas deben ser consecuentes con su ideología y desarrollar o propiciar
una política basada en la justicia social para evitar los devastadores sucesos
que el fascismo causó en Europa, porque mañana puede ser demasiado tarde.
* Profesor y presidente dela Asociación KALA
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