25 de marzo

La jerarquía de la Iglesia católica andaluza, una vez más, ha manifestado su orientación al voto, que debe ir dirigido hacia un no al aborto y la eutanasia, hacia la defensa del matrimonio como unión estable de un varón y una mujer, hacia el cuestionamiento de la política social, criticando las subvenciones, siendo precisamente esta institución la que más dinero recibe de las arcas públicas. Sin ningún tipo de dudas están dirigiendo el voto hacia los partidos de ideología más conservadora.
Los cristianos de base, entre los que me encuentro, hemos conformado una ideología enraizada en el Evangelio. Esto supone que, a la hora de votar, tenemos que hacer un análisis profundo de la realidad social.
El conocimiento de la realidad nos lleva a ser conscientes de que vivimos en una sociedad basada en la desigualdad y la injusticia, que conducen a miles de familias a la exclusión social. En el caso de nuestra tierra existen más de dos millones de personas empobrecidas y alrededor de 500.000 en una situación de extrema pobreza o exclusión social, lo que supone que uno de cada tres andaluces carecen de las condiciones básicas para poder vivir adecuadamente. Teniendo en cuenta esta dura situación no es admisible que el gobierno haga rescates millonarios a la banca, sirva como ejemplo los 600 millones a Cajasur o los 6.000 millones a la CAM, y siga permitiendo los desahucios a centenares de familias que ni llegan a final de mes para poder alimentar a sus hijos. No podemos aceptar una ley de extranjería que discrimina y considera al ser humano como una mercancía objeto de los intereses del mercado, dejando a centenares de vidas truncadas en nuestra ribera mediterránea. Tampoco podemos mirar hacia otro lado ante una política judicial y penitenciaria que llena las cárceles mayoritariamente de personas procedentes de los barrios y zonas con mayor empobrecimiento y exclusión social. Cualquier ciudadano/a que se rebele contra esta injusticia social, o lo que es lo mismo, tome partido por los/as más débiles, debería hacer un discernimiento a la hora de votar, optando por los partidos que más apuesten por unas políticas encaminadas a combatir la desigualdad social y el sufrimiento que esta crisis financiera y de valores está provocando en amplios sectores de la población andaluza. Desde esta posición, estamos llamados a evitar que sigan desmantelando los servicios sociales, recortando las partidas económicas en sanidad y educación, y haciendo recaer las consecuencias de la crisis en los sectores más débiles de la sociedad.
El votante crítico, progresista y de izquierdas no lo tiene fácil a la hora de votar en conciencia, atendiendo al escenario político. Sin embargo, hay que hacerlo por el bien de Andalucía y del resto del Estado. Quizá, lo mejor que pueda pasar el 25 de marzo es que salga de las urnas un gobierno de coalición formado por varios partidos políticos capaces de identificarse con estos valores, que le obligue a desarrollar una política social basada en la ley de inclusión social, que apueste por la enseñanza y la sanidad públicas y que potencie la cultura andaluza como nuestra seña de identidad. Tal vez de ahí podría resurgir una nueva fuerza sociopolítica, convergente y de izquierdas, imprescindible para recuperar la ilusión de muchos ciudadanos/as y frenar este descarnado neoliberalismo que relega a la exclusión a miles de personas.
*Profesor y presidente de la
Asociación KALA


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