Yo tambien puedo ser un enfermo

Durante estos últimos días me siento profundamente consternado al saber que un grupo de vecinos de la zona de la avenida del Aeropuerto se han manifestado para mostrar su rechazo a la apertura de un centro de salud mental, perteneciente a la Fundación Andaluza para la Integración Social del Enfermo Mental, en un edificio anexo al ambulatorio de la avenida del Aeropuerto.
Según estos vecinos, dicho centro genera inseguridad ciudadana y no es el lugar más idóneo para ubicar esta instalación, debido a la cercanía con varios colegios y áreas de ocio. Llegaron a manifestar que los padres ya no vamos a poder estar tranquilos de que nuestros hijos jueguen en la calle porque no sabemos cómo pueden reaccionar este tipo de personas. Esperemos que estas personas que padecen tal enfermedad y sus familiares no se vean amenazadas en un futuro por unos ciudadanos educados en el temor y el miedo a lo diferente, a lo distinto, en este caso, padecer una enfermedad.
Vuelven a aparecer en nuestra ciudad síntomas de rechazo social a las personas que por unos motivos u otros son más vulnerables. Unas veces fue porque hubo vecinos que no querían apartamentos para ancianos o jóvenes, otras veces porque no querían centros de reinserción social para personas que padecen el terrible drama de las toxicomanías, otras porque no veían con buenos ojos centros de reinserción laboral para personas presas que se encuentran en tercer grado, otras porque rechazaban centros de acogida para transeúntes,-
Una entrañable amiga y abuela de etnia gitana decía que todas las personas tenemos una loseta en el hospital y otra en la cárcel. Desde la sabiduría que da la vida, nos quería transmitir que nadie está libre de padecer, en algún momento difícil de nuestra vida, alguna situación que nos lleve al terreno de la vulnerabilidad. Hoy en día, con la situación de crisis que estamos pasando, podríamos estar más sensibles a este mensaje, porque nadie está libre de padecer alguna enfermedad, adicción o de acabar por mil circunstancias en los lugares mencionados por la abuela.
Seguro que no es raro encontrar, entre los vecinos que viven en la kilométrica avenida del Aeropuerto, alguno que esté tomando tranquilizantes, alguien que padezca alcoholismo, niños que sufran las consecuencias de lo anterior. ¿Y qué hacemos, nos ponemos intranquilos porque no sabemos cómo pueden reaccionar? ¿En qué familia no hay alguien que padece de depresión, ansiedad, anorexia, adicciones o esquizofrenia? ¡Por favor, un poquito de sensatez!
Este tipo de manifestaciones, por suerte minoritaria en este caso, están basadas en la ignorancia y el desconocimiento de lo que es la enfermedad mental. Reflejan un miedo infundado que saca de lo más profundo del ser humano ese lado oscuro que, como no sea cultivado desde los valores y desde la educación en derechos y deberes, puede convertirnos en la mayor amenaza para la convivencia y el desarrollo de nuestra sociedad, puede hacer rebrotar peligrosas xenofobias de las que esta vieja Europa tiene sobrados ejemplos en su historia.
Por último, cuidemos a nuestros niños y niñas. Me preocupa mucho ver, en este tipo de manifestaciones, a críos de la mano de sus padres y madres para mostrar intolerancia, incomprensión y falta de sensibilidad con las personas que más la necesitan. Podríamos calificar a estos menores, utilizados por su familia y rodeados de pancartas, en situación de riesgo. Espero que como adultos reflexionen y transmitan a los más pequeños valores de igualdad, solidaridad, comprensión, justicia y paz, para que el día de mañana lleguen a ser personas íntegras.

* Profesor y presidente de la Asociación KALA

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