La fácil tentación de acusar

Hace unos días tuvo lugar el juicio que condenó a dos personas, llamadas vulgarmente gorrillas , a quince años de prisión cada una por la muerte de un hombre en Ciudad Jardín. Este trágico y triste suceso ha provocado un amplio eco mediático, y se ha alentado a la población a que denuncie a las personas que se dedican a dicha actividad. La sentencia, al mismo tiempo, critica la falta de control municipal sobre esta práctica.
Me preocupa cómo ha sido tratada esta noticia por parte de los medios de comunicación, del sector vecinal y algún que otro político y juez, ya que puede conducir a la criminalización de estas personas por el solo hecho de ejercer la actividad de aparcacoches sin ninguna licencia.
Durante estos mismos días, diferentes asociaciones, organismos y personas nos informaban de la dura realidad que, con motivo de la crisis, están atravesando las familias más empobrecidas de nuestra sociedad. Cáritas pone de manifiesto en su balance que han aumentado en un 200% las peticiones de comida en el último año. APIC y Córdoba Acoge han denunciado un aumento importante de denegaciones en la renovación de permisos de residencia a extranjeros por parte de la Subdelegación del Gobierno, lo que está creando una bolsa de exclusión entre las personas inmigrantes. La EPA cifraba en más de 80.000 las personas que se encuentran sin trabajo en nuestra provincia. Un hombre hacía unas declaraciones en una emisora local en las que contaba su tristeza y desesperación por hacer uso de la mendicidad para mantener a su familia.
¿Cuántos gorrillas podrán aparecer más debido a situaciones como las descritas? ¿Nos hemos preguntado alguna vez quiénes son los gorrillas ? ¿Ahora todos los gorrillas son asesinos? ¿Qué necesidades se esconden debajo de sus abandonadas presencias? Son personas como nosotros, se llaman Fernando, María, Florín, Ahmed, Ricardo ,... Personas procedentes de la pobreza o exclusión social, que apenas han pisado una escuela, que padecen alguna enfermedad, o algún tipo de ruptura personal y social.
Si los conociéramos, cambiaría nuestra actitud hacia ellos. La sociedad pediría otro tipo de soluciones que nada tendrían que ver con encogerse de hombros o pedir más policía. Soluciones que deberían venir de la mano de una política que apueste por la inclusión y la dignificación de estas personas. El problema no lo va a solucionar, por más que nos empeñemos, el subdelegado del Gobierno o el concejal de Seguridad.
Como ciudadano, me he sentido robado y acosado cada vez que una máquina de un párking me ha hecho pagar cantidades excesivas de dinero por unos pocos minutos de estacionamiento de mi vehículo. Sin embargo, siempre le he pagado gustosamente a un vovis y nunca me he sentido mal por darle 50 o 60 céntimos a un gorrilla , aún sabiendo que con ello solo iba a consolar momentáneamente su necesidad más inmediata.
*Profesor y presidente de la Asociación Kala

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