NUESTROS MENORES, NUESTRO FRUTO

Con el paso del tiempo me sigo planteando la misma pregunta ¿Qué tipo de sociedad estamos construyendo?

Raro es el día en el que los medios de comunicación no salen noticias de maltratos a niños o de menores que maltratan a personas, en algunos casos indigentes. El  mismo profesorado está muy preocupado por la indisciplina y los conflictos y más aún cuando se constata que la mayoría de ellos ocurren entre chavales de 14 ó 15 años.

De situaciones como las anteriores se desprenden conclusiones como las del juez de menores, Emilio Calatayud, que vincula el fracaso escolar con la delincuencia, lo que lleva a que los centros de reforma de nuestra comunidad se estén llenando. Al día de hoy, los 750 jóvenes recluidos en estos centros, suponen casi el 95% de las plazas disponibles.

Este dato no nos debe extrañar, ya que el aumento de delitos cometidos por menores sigue creciendo. En estos últimos días un informe del fiscal jefe de la Audiencia Provincial de Córdoba situaba este crecimiento en un 64%, de los que el 21% fueron realizados por menores de 14 años. Según dicho informe el perfil del menor que agrede o delinque pertenece, cada vez más, a familias normalizadas, o sea, fuera del entorno de la exclusión social.

Por otro lado, un estudio del Plan Nacional sobre Drogas señala que el consumo de alcohol entre los jóvenes de 14 a 18 años ha aumentado un 15 % en sólo dos años. Este mismo organismo nos ponía encima de la mesa, hace unos meses, que 40.000 menores corren el riesgo de quedar enganchados al “cannabis”.

Ahí están los datos del aumento en el consumo de drogas y alcohol, que son la consecuencia de la desprotección social y familiar, y de una educación carente en valores.

Hace unos años analizábamos estas situaciones como consecuencia de la marginación y de la exclusión social. Sin embargo, estas conductas han llegado a los “mejores barrios”, a las familias “estructuradas y normalizadas”. Jueces, profesores, médicos, trabajadores de lo social,… están destapando esta realidad que se ceba contra uno de los sectores más débiles de la sociedad: nuestros niños y adolescentes.

Nos encontramos ante un gran fracaso social, en el que no caben la frivolidad ni el   cinismo de echar principalmente la culpa y la responsabilidad de sus actos a los menores. Ellos son el fruto de nosotros. Luego, al igual que sus éxitos son fruto de nuestros éxitos, sus fracasos son, aún más, el fruto de los nuestros. Sus actitudes son las consecuencias del caldo de cultivo que les hemos cocinado a base de ingredientes como el individualismo y la competitividad, el ganar dinero fácil y con el mínimo esfuerzo, la violencia y la explotación, la depresión que supone la insensibilidad humana,…

¿Podemos seguir pensando, desde el conocimiento de la realidad, que las mejores soluciones para nuestros menores pasan fundamentalmente por las expulsiones escolares, por la creación de centros de reforma, por aumentar las penas y endurecer la ley penal del menor? ¿Seguiremos impasibles al contemplar como lo más sagrado de la sociedad, el niño, es víctima de la falta de cariño y de la educación en valores, que requieren toda nuestra máxima atención y tiempo? Al menos, utilicemos el sentido común.


                                                           Miguel Santiago Losada
                                                 Coordinador del Área de Marginación
                                                                     APDHA-A

                                                  Córdoba, 21 Junio de 2006  

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