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Mostrando entradas de diciembre, 2005

“LOS SANTOS INOCENTES”

No sabría decir cuál de los siguientes sentimientos embargan más mi corazón, si la impotencia, el dolor o el desánimo. Sin embargo, lo que no me cabe la menor duda es la preocupación que tengo ante el actual panorama social. Cuando nuestra ciudad padece situaciones de intolerancia como los rechazos a diferentes centros sociales de algunos ciudadanos que se consideran santos e inocentes, o cuando el Ayuntamiento, en lugar de poner en servicio centros de acogida, dispone de un teléfono para que los vecinos denuncien a los excluidos por hábitos como la mendicidad, nos llegan noticias de otros lugares que ahondan sus raíces en una misma  actitud: la intolerancia. Esta intolerancia va calando con actitudes y medidas como las expuestas y luego acaba derivando en frases como: se nos ha ido de las manos . Un chaval de catorce años en una discusión le da un corte en el cuello a su padre causándole la muerte en un pueblo jienense. Tres jóvenes de entre dieciséis y diecinueve años y de

CON NOMBRES Y APELLIDOS

Qué sufridas son las cifras. Hace unos días el Instituto Nacional de Estadística nos informaba de que el 31.1% de la población andaluza está bajo el umbral de la pobreza, mientras que la Asociación Pro-derechos Humanos de Andalucía nos acercaba mucho más a la realidad al desvelar que en Andalucía cerca de 300.000 personas viven en la exclusión social. Entre tanto, las administraciones se inhiben o abordan la realidad con nimios programas y una mayoría de ciudadanía acomodada observa tal situación con desprecio e incluso con miedo. ¡Qué situación más injusta y despiadada! ¿Acaso son estas personas las responsables de su realidad? María es una chica de apenas 20 años, nacida en un barrio muy pobre de un país lejano, madre a edad temprana. Emigró a la Europa rica en busca de una vida digna para su hija y para ella. Su presencia molesta cuando, junto a su amiga Carmen de 21 años, espera al cliente en alguna calle o esquina de la ciudad. Está infectada por el VIH, llegó sin él. ¿Cuán