LA BUENA EDUCACIÓN

Vivimos en una sociedad muy compleja donde se plantean aulas para superdotados y aulas para alumnos con necesidades educativas especiales, centros educativos bilingües y  centros TIC (centros incorporados a las tecnologías de la informática y la comunicación) 

Si levantamos nuestra vista más allá de lo que alcanzan a ver nuestros ojos descubrimos como millones de niños mueren de hambre y enfermedades. En cambio, y retrotrayendo nuestra mirada observamos a niños con sobrealimentación y hastiados de caprichos, que no siempre es sinónimo de afectividad. Un mundo que planifica viajes a Marte y masacra a miles de ciudadanos en guerras intencionadas por intereses económicos. Una sociedad que adopta a niños huérfanos y, al mismo tiempo, crea centros penalizadores de menores. Una civilización que hace de la talla única un referente juvenil y sin embargo a sus verdaderos referentes, los ancianos, los  recluye en asilos. Una política que pone fronteras a los seres humanos y establece la libre circulación de la moneda. Se podría continuar con una innumerable lista de bimembraciones paradójicas y contradictorias.

Ante esta multidimensionalidad de la realidad, ¿cuál debería ser el debate educativo? ¿Qué educación y formación queremos para nuestros niños y adolescentes? No nos dejemos engañar con el simplista debate de religión sí o religión no, que dicho sea de paso, esconde más intereses económicos que religiosos.

La apuesta está en concebir una escuela donde la educación sea, sobre todo, un derecho y no una obligación, en la que la ética universal basada en los derechos humanos y la ciudadanía corresponsable nos haga avanzar en la gran aventura humanizadora. Una escuela basada en la convivencia y la tolerancia, en la que quepamos todos y todas. Una escuela cuyo principal recurso sea el maestro, la maestra (reivindico esta palabra, ya que la principal maestría, tanto en la enseñanza primaria como en la enseñanza secundaria obligatoria consiste en el valor de educar). Una escuela con espacios acogedores que hagan agradable la estancia y unos tiempos acordes al alumnado sobre todo menor de catorce años, que evite seis horas seguidas de agotadoras clases académicas. Una escuela creativa y educativa que valore a los profesionales de la enseñanza,  responsabilice a los padres y genere autoestima en el alumnado.

Por último, los centros privados y concertados de carácter religioso podrían aprovechar el actual debate para, siendo fieles a su ideario cristiano, abrir sus puertas a los niños inmigrantes, a las familias empobrecidas, y a los que, en definitiva, no tienen muchas posibilidades de elección en la vida.


                                                                  Miguel Santiago Losada
                                                           Profesor y miembro de la APDHA
                                                                  Córdoba, 28 noviembre 2005   


Comentarios

Entradas populares de este blog

NUESTRAS FIESTAS

REFLEXIONES DE CARA AL 28 (2ª PARTE)

NEGACIONISTAS DE LA VIDA